Alumbraban los mástiles desnudos
los luceros de un cielo, que,
anunciaba tormentas,
y lágrimas.
Entre sueños, una niña, o no tanto,
su muerte pedía
por no sufrir en su cuerpo
doloroso estigma.
De ella fueron hollados
sus cuentos y sus fantasías
para convertirlos en llanto
coronado de alambres y astillas.
La vida se le iba,
y ella ahogada en carcajadas,
se decía a si misma que
la muerte era su única amiga.
Su dolor y quebranto, soñado quedó,
mas despertar fue duro, pues,
ya nunca volverían, los pájaros de los campos,
su sosiego a convertir en algarabía.
Galopando, la dama oscura
la atravesó con impúdica daga…
(a Dios gracias
su súplica fue concedida.).
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