―¡¡Jolín, qué bien se está aquí!!
―¡¡ Qué bañera más alucinante!!
El agua está calentita. Tengo
espacio suficiente para moverme. ¡Anda qué no! Si puedo darme hasta volteretas
dentro de ella.
―¡¡ Me pegaría toda la vida así!!
Lo malo es que tendré que ir
pensando en salir de aquí. Dentro de nada ya no cabré, me haré más alto, más
gordo... No podré ni revolverme (vamos darme la vuelta será poco más que
impensable).
―¡No sé qué pasa!
Últimamente noto como si las
paredes se quisieran estrechar, como si hubiesen decidido hacerme prisionero en
mi propio zulo. Siento que se vuelven de acero, ¡me aprietan!
―¡Socorro! ¡Se convulsiona todo!
Noto mucho nerviosismo fuera de
éste habitáculo húmedo que ya es realmente pequeño y estrecho para éste cuerpo
tan rellenito que tengo.
―¡Ostia! ¿¡No será un terremoto,
o un maremoto, o un tsunami!? (O como se diga).
―Pero, ¿qué carajo pasa ahora?
¡Vaya, vaya, lo que faltaba,
alguien ha robado el tapón de la bañera! ¡¡Me quedo sin agua!! ―¡¡No tié guasa
ni na la cosa!!
Y yo, que quería estar
eternamente en remojo... ―¡¡NO QUIERO SALIR!!
Oigo gritos, suspiros, jadeos
furiosos, y algo semejante a palabras de ánimo.
¿Será una carrera o algo así??
―Pero… ¿qué puñeta está pasando
ahora?
Esta pila va aplastarme, me
empuja, me presiona desde los pies y me obliga a ponerme de cabeza hacia el
desagüe que ya no tiene tapón, y por cierto que el agujero se está haciendo
enorme. ¡Estoy asustado perdido!
Alguna histérica está gritando y
resoplando, y lo más chocante es que cada vez que respira (más bien diría gruñe),
más apretujado me siento.
―¡¡ Ay. Ay, que me estrangulan!!
―Tened piedad de mí, que estoy
aquí dentro.
Llevo más de nueve meses dentro,
en éste mi líquido, en total oscuridad, durmiendo al son del tac tac del
corazón.
―¡¡ NO QUIERO SALIR!! ¡¡ TENGO
MIEDO!!
¡Alguien vuelve a gritar!, ¿qué estará pasando?
―¿Pero será verdad, que vienen a
desalojarme? Y sin contemplaciones…
―¡Pobre de mí!
Yo aquí dentro estoy bien…, más
seguro.
Allá afuera hay mucha luz, mucho
ruido, muchas voces
―Dejadme quedar aquí, aunque sólo
sea por nueve meses más, ¡¡ por favor!!
― ¡No hay manera de que alguien
me escuche!
―¡Ostia! Pues, nada, qué se han
emperrado en echarme fuera y ya tengo la cabeza fuera.
―¡¡ QUÉ ME SACAN POR HUEVOS!!
Esto se acaba, me veo en la calle
dando vueltas al sol…
―¡Nada! No he podido hacer
nada...
Como me gustaría poder decir: ―Ahora
se van a enterar estos de quién soy yo. Ahora soy yo el que va a berrear, y el
que se queje. Ja ja ja. ¡Pobrecitos! ―Pero no soy capaz de articular palabra.
Aunque bien mirado, tampoco estoy
tan mal…
―Pero, ¿qué es esto? Estoy
pringado hasta la médula de sangre, y no es mía. ¡Eh! ¿De dónde ha salido?...
¡¡¡Ay. ay ,ay!!!
― ¡Qué asco!... Pero… ¿de quién será?
Y para colmo de males estoy
arrugadísimo (no me extraña tanto tiempo en remojo, era de esperar que algo así
ocurriera)
¡Y aun así echo de menos el agua!
―¡Ah!, y ahora me lavan, ¡qué
guay!
―¡Mira!, si me arropan con algo oscuro,
¡y qué raro huele!...
Pero lo que yo quiero es a mi madre,
su calor, su cariño, el “tac― tac” de su corazón.
―¡Por fin! Estoy en el regazo de
mi madre.