Ya te conocía tiempo atrás, cuando tu hijo se fue por la leucemia con 18 años, y antes aún.
Aún así nunca pensé que por tu sangre corriese el veneno de la escritura.
Y mucho menos que fueras poeta.
POETA, con mayúsculas.
Y te fuiste, con una sonrisa para mí,
y con la promesa de las letras impresa en mi alma.
Cuando llego con el coche se me aparece tu cara, y pienso: -Joder!! Tengo que hablar con él. Se me ha ocurrido una idea que puede ser buena-...
O quizá recuerde tu caminar renqueante después de la operación de tu rodilla, o tu sonrisa campechana, o ese imperecedero cigarrillo en tu mano derecha, como si fuese un apendice natural de ella.
Y todo para acordarme de repente, sí, como todo sucedió, repentinamente..., y con un vuelco en el corazón que no por repetido duele menos, irreflexivo y contudente, brutal como cuando fui conciente de la situación, de que ya no podré reirme contigo, ya no podremos volver a charlar o discutir, de que simplemente YA NO, NUNCA MÁS, NADA.
Y bajo mi cabeza y la enfrento al suelo y sigo mi camino, con una ausencia más, con un amigo menos.
Y te echo de menos y quisiera no escribir nunca más pues el hecho de hacerlo te trae a mi memoria, y un suspiro desordenado se escapa dejando al dolor volando por mi habitación.
Y recuerdo tus últimas palabras que fuera de contexto vienen que ni pintadas: "YA TE LLEGARÁ " con tu voz profunda y grave acusada por el abuso del tabaco...
Pues eso espero compañero: que me llegue.