lunes, 7 de abril de 2014

SOLEDAD: SEGUNDA ESCENA



SEGUNDA ESCENA:

—Sara, hija… ¡eh! ¿Me escuchas?
―….
—Sí, soy el abuelo Tomás, el de Barbastro… ¿qué dices?
―….
—Sí, mujer, que ya sé que era una broma. No, no me he enfadado.
―…
—Oye una cosa hija. ¿Por qué no os venís este fin de semana para aquí. Ha nevado y podemos acercarnos a la nieve.
―…
—Vaya… Que tienes exámenes… Pues aquí nadie te va a molestar, ruidos no vas a tener, y lo de la nieve lo podemos dejar para otro día.
―…
—Vaya. ¿Y estás muy resfriada? ¿Has ido al médico? Cuídate, que los resfriados mal curados tienen mala pata
―…
—¡Ah! ¿Y qué te han mandado?
―…
—¿Paracetamol? ¡Ah! En mis tiempos se curaba todo con una aspirina y yéndose a la cama. ¡Ahora todo es tan distinto!
―…
—¿Qué dices?...  Sara hija…, se pierde la comunicación.
―…
—Si ya estoy quieto.
―…
—¿Así mejor?...  Vale, me quedo quieto aquí.
―…
—¿Un ordenador? ¿Para qué quiero yo un trasto de esos?
―…
—¿Qué tú me lo instalarías? Bueno, si es así, me lo pienso. Pero…
―…
—No te enfades Sara, es que yo no sé ni qué debo comprar, ni marcas, ni instalarlo, soy muy viejo para esas cosas
―…
—Hombre, eso espero, no morirme aún, pero es que yo no he manejado nunca un cacharro de esos. Lo mío han sido siempre las cuentas a mano. Hasta el móvil me cuesta.
―…
—No te rías hija, que a mí no me hace ninguna gracia.
―…
—¿Y dices que puedes ver a través de esos cacharros a los que te hablan?
―…
—¿Y eso cómo has dicho que se llama? Video… ¿qué?
―…
—A ver, que me entere yo. ¿Y eso cómo funciona?
―…
—Pues claro que tengo línea de teléfono fijo, lo que pasa es que como todos tenéis móvil pues me es más cómodo usar también móvil.
―…
—Y tengo que contratar Internet …  ¿Con telefónica?
―…
—Me parece demasiado complicado, pero lo intentaré
―…
—¡Ah! Que puedo llamar a telefónica y ellos me mandan un técnico y me lo instala. Esa opción me parece mucho mejor.
―…
—¿También ellos me lo venden? Estos de telefónica son unos vivos. Lo tienen todo atado.
―…
—Pero, ¿me enseñarán cómo funciona ese cacharro?
―…
—¿Qué no?  Y… entonces ¿para qué demonios quiero yo el cacharro ese?
―…
—¿Qué me apunte a un curso? ¡Uy! Me parece que muchas cosas pides Sara. Mira que yo ya no tengo la cabeza para estudios
―…
—Sí, muy fácil para ti, pero para mí… ya veremos. No lo tengo nada claro.
―…
—Mira si me prometes que vas a venir a ayudarme, y a enseñarme este verano, cuando acabes los estudios, yo te prometo firmemente ponerme a ello.
―…
—Entonces hasta el verano nada de nada, ¿no?
―…
—Bueno, hija, perdón por ser tan pesado. Un beso cielo. Pórtate bien, y dales un beso a tus padres y otro para Sergio.
―…
—Venga hasta otra…Sí, hasta otra.

No sé para que llamo, siempre tienen cosas que hacer, pero la idea del ordenador no me parece tan descabellada. Sería genial poderlos ver mientras les escribo. Pero… es que no tengo ni idea de utilizar esos trastos. Me da a mí que esto no va a ser más que un tiraperras, pero en fin, todo sea por ellos.
Mañana mismo llamo a telefónica y que me informen, me den precios, y si no me pasaré por cualquier tienda de estas de informática y que me asesoren, que los de telefónica siempre han sido muy ladrones. De paso, les preguntaré donde se aprende a usar estos cacharros. Me voy volando para casa que María habrá hecho un café buenísimo, y hoy no compro churros, el periódico y con el pan de ayer me haré las tostadas, que se me ha quedado el olor en el paladar desde que me he acordado de ellas. Hoy me volvería a comer otro plato de lentejas, pero bueno, eso María ya dirá.
Le tendría que haber dicho que no. Si después ya sé lo que pasará, que seguro con la mala suerte que tengo no me vale la línea, o no me lo instalan bien, o yo que sé. Es una gran posibilidad la que me presta el cacharro pero ¿ya sabré yo darle utilidad? También me dijeron lo mismo con el móvil y si no llamo yo no se acuerdan ni de que existo.
Bueno, una ventaja tengo y es que de escribir a máquina sé un rato largo. No pierdo nada por intentarlo.
¡Qué bien huele ese café! Y las tostadas están de muerte, ni muy quemadas ni muy blancas, en su punto.
Esta María vale lo que un Potosí.