No tengo nada claro que esto de escribir sirva de
algo, al menos en mi caso.
Llevar un diario no es que sea un gran esfuerzo sobre
todo si es tipo me levanto, desayuno, me peso... ¿me peso? (qué sacrilegio y
que forma más absurda de arruinar un día) o me peso y después si eso ya
desayunaré. Voy a trabajar, bueno no trabajo, pero curro por la patilla, o sea,
sí trabajo pero no cobro (y no es que sea por solidaridad, ni por echar una
mano a nadie, ni por aburrimiento, sino porque una puede ser tonta, pero yo soy
lo siguiente). Llego a casa con más hambre que un buey arando toda la mañana
tirando de la yunta (y eso que yo no tiro de nada y no camino más que lo justo,
pero vosotros sabéis lo que llega a cansar esto de pensar: madrugas, te pierdes
tus programas favoritos por la noche para no llegar tarde al día siguiente…, vamos
que hago la misma faena que si me pagasen y así estoy haciendo… pues eso, el
canelo. Y eso, perdonad que os lo diga agota la energía de un hiperactivo, no por
el trabajo si no por la rabia que se te mete dentro), y claro como (de comer).
Como como una animal y después para matar los fantasmas (o mejor dicho para
cerrarle la puta bocaza al mariconazo de mi marido que no sabe más que decir
que soy una gorda) me cambio y me voy a correr.
A ver, no hay que ser muy listo ni tener una súper
imaginación para recrear el cuadro que os voy a presentar, así que rogaría que
las risas las dejarais para otro momento porque esto, sí esto, es el momento
cruel del día, de todos los días, y lo peor es que me tiene totalmente
enganchada.
Bueno, a lo que vamos, imaginaos a una tía de 1,67 con
85 kilos enfundada en una mallas, con calentadores de rayas, una sudadera y
encima un cortavientos (que no entiendo por qué lo llaman así, a mí lo único
que me corta es la respiración, y si me lo abrocho hasta arriba no soy capaz ni
de tirarme un pedo no vaya a ser que salga como un cohete) corriendo (bueno, no
seáis malos, lo vamos a llamar correr y punto pelota, eh) por la puta carretera
a la que han llamado la ruta del colesterol (más que otra cosa por que por allí
no van más que abuelos/as y gordos/as) con la cara roja sudando a chorros
(congestionada viva, vamos) y las carnes que rebotan desde el suelo hasta por arriba
de la cabeza (que no es broma coño, que yo empiezo a tirar para adelante
haciendo impulso con los brazos y de repente notas tu culo ese súper cabrón de
culo que te tira para atrás, vamos que parece que te ha pegado un apretón y te
vas a cagar la pata abajo) bastante vieja ya (los 50 no me los quita nadie pero
porque son unas putas envidiosas las mujeres de la ruta) respirando con la boca
abierta y babeando ( que más parece que estás pensando en la merienda que viene
después que en que te estás ahogando). Y para culminar la estampa yo misma, ya
que creo que soy superestilosa haciendo running (que una será gorda pero
glamurosa), nada que ver con las piojosas esas agnósticas todas, ¡ay no!,
agnósticas no, cómo se dice, anoréxicas (¡joder!, un error de cálculo lo tiene
cualquiera) que no tienen ni chicha ni limoná.
Y después obviusly te comes todo lo que te pongan por
delante, lo que sea, en la cantidad que sea, y tenga el sabor que tenga (total
como te lo has de tragar como los pavos antes de que entre por la puerta el
pariente y te diga de tó menos bonica…) con lo que la dieta que tenía en mente
se va al carajo y de la depresión que te entra te arreas unos huevos fritos con
tocino que me río yo de un general, ja ja ja.
Y al día siguiente la misma historia, te acuestas
pensando en la puta báscula (si no estará jodida o algo por que en vez de
bajar sube y yo me lo curro a base de bien para no engordar)
Entonces de qué coño sirve escribir, llevar un diario
y esas cosas... Lo único que me produce es más ansiedad, en 15 días he
engordado 3 kilos.
A lo mejor es que me tengo que dedicar a la
escritura y pasar de las dietas, no sé.
Voy a comerme unas galletas y se lo preguntaré a la
almohada, ¡tanto estrés me va a matar!... o unas rosquillas que me llenaran más
la barriga.