El título de este blog no ha sido aleatorio, ni siquiera pretendía captar la atención de ninguno de vosotros, es simplemente mi vida.
Siempre que las situaciones en las que estaba sumergida me sobrepasaban, mi imaginación se ponía en marcha y así lograba evadirme de todas las inquietudes y congojas del mundo real, otras veces simplemente era un ejercicio de onanismo involuntario al que era imposible resistirse.
Cual si fuese D. Quijote con lanza en ristre contra los gigantes yo me montaba mis películas, y cuando ya todo había pasado despertaba de mi estado de catarsis, sin saber qué había pasado, ni de qué o de quién iba la historia.
Para daros una idea de lo que os he contado voy a empezar con una de mis historietas, a ver que os parece.
Correría por aquel entonces el año 75, me refiero al 1975 (claro, ¡qué estupidez la mía). Recuerdo que en la tele daban la serie de Starsky y Hutch (o algo así, que yo de inglés ni idea).
Aquí, mi menda leyenda estaba completamente enamorada del moreno (Starsky), y además tenía una amiga que vivía en mi mismo bloque, en el tercero. Era un poco mayor que yo y a ella le gustaba el Rubio.
Siempre andábamos la una en casa de la otra, y gozábamos ambas de una imaginación sin límites.
Al ser ella mayor, su imaginación ya andaba por derroteros impensables para mí (¡qué de guarradas se le ocurrían!).
Un jueves, al mediodía, cuando salíamos del colegio (siempre íbamos y volvíamos juntas, parecíamos siamesas), me dijo:—Esta mañana se me ha olvidado contarte lo que he soñado—, mientras me daba golpecitos con la mano abierta en el antebrazo. Aunque sabía que eso a mí me disgustaba, ella seguía sin darse cuenta de lo emocionada que estaba.
—Estábamos las 2 en una terraza tomándonos un helado y… —abrió los ojos cmo si hubiese visto un fantasma— … ¿a qué no sabes quién se ha sentado con nosotras?
Me detuve en seco, mirándola a los ojos sin parpadear para acabar respondiendo como si nunca hubiese roto un plato:—Ni idea—.
—¡Starsky y Hutch, tía! —dijo de repente dando un saltito estilo las niñas monas de mi clase.
—Y eso no es todo, ¡qué va!, lo mejor de todo es que pasamos la noche con ellos.
Me quedé pensando —¡ah!— y cabeceando a la vez. Definitivamente a Mayte se le había ido la cabeza.
—¡Vaya! Pues sí que es importante eso de que pasaran la noche con nosotros…¡Menuda tontería! — le dije yo en tono de cachondeo. Pero ella seguía…
—¿Te imaginas? Con lo bestia que es el moreno…
Ahí salté yo.
—¡Eh! ¡Eh! ¡Morenazo! Si no te importa, bonita. ¡Con lo bueno que está el tío y le dices “moreno”! —lo dije con un retintín que más bien parecía un insulto o un desprecio al amor de mi vida— ¡Vamos hombre! Tú vas y le dices “moreno” como si le echaras una limosna. ¡Morenazo! Y no se hable más.
—Bueno vale, el “morenazo” ese —dijo escapándosele una sonrisilla picajosa. Pero siguió…—, te lo llevas a casa y te hace el salto del armario, pero seguro, ¡eh! Vamos que te deja como una oliva.
—¿¡Cómo!?
—¡Jolín! Qué te ensarta como un palillo a una oliva.
—¡Dios! ¿Qué dices?...¿Eso haría? Y… cómo, por qué y con qué —yo ya estaba asustada del todo.
—¡Jo, qué tonta que eres chica! Pues con la chorra, cuando están tontos…, cuando tontean con las mujeres, se les pone más larga y muy dura, parece como un tronco.
—Ja, ja, ja … Una rama…, sí, ja, ja, ja. Sí, sí, como el tronco de un olivo…ja, ja, ja —yo me desternillaba viva con su ocurrencia— No digas tonterías, anda.
—Sí, sí, tú ríete, ya lo comprobarás tu misma. Tú no lo has visto, pero no me desvíes del tema, por que lo que yo quería contarte…bla, bla, bla…
Para entonces ya era tarde, yo ya tenía mi propia película en marcha.
“Estábamos en mi habitación, yo tumbada boca arriba, con las piernas abiertas, pero completamente estiradas, vamos cual si estuviera haciendo estiramientos en clase de gimnasia ,con los brazos en cruz, mirando muy quieta hacía el armario.
Encima de el, estaba mi amor afro (lo digo por los pelos) mandándome besitos. Llevaba unos calzoncillos de piel de leopardo, todo él agresivo enseñándome los dientes.
Yo, abajo, cagaita de miedo pensando en que si se tiraba a peso, no sé si me iba a dejar echa una oliva o una pasa, vamos que me chafaba viva y me dejaba echa una pegatina en la colcha.
—¡Qué voy! —dijo él en plan animal
—¡¡¡No!!! —grité yo espantada.
—Poquito a poco , cariño —le dije con suavidad y casi casi tartamudeando.
Él parecía tan dispuesto que yo no lograba hacer que me escuchara.
—¡Oye, escúchame, so cabronazo! — le grité a voz en cuello, ante su repentina sordera crónica.
—Mira —le dije una vez pude captar su atención—, perdona cariño, pero es que estás tan entusiasmado que no me haces ni caso. Lo que te quiero decir es que si saltas, hazlo despacito, con cariño… ¿sabrás?
—Pero… —él iba a protestar.
—Pero nada —le atajé— Al final Mayte va a tener razón y resultará que eres un bestia y “moreno” a secas.
Al oír mis palabras se puso de rodillas encima del armario, encogido, por que obviamente no cogía en aquel exiguo hueco, y empezó a rogarme que no rebajara , que lo haría como yo se lo pidiese.
—Tengo una idea —dije interrumpiendo el lloriqueo de mi amante— en vez de hacer el salto del armario, ¿por qué no haces como Spiderman? Y te quedas colgando del techo y me besas despacito —aunque en realidad me daba un poco de asco, sólo de pensar en juntar su saliva y la mía.
—Pues no lo sé, pero probablemente se deba a que no tengo tela de araña de la que colgarme. Y si tantos reparos tienes salgo de tu fantasía ahora mismo —me dijo ya en un tono que su no era de cabreo, mucho se le parecía.
—¡Ups! —exclamé. Eso no me había gustado nada.
—Bueno, ¿qué hacemos, que se acaba el tiempo? — me inquirió muy nervioso.
—Vale. Salta, pero…¡Aquí! —dije señalando el costado de la cama que quedó libre al encogerme yo en contra la pared— Todo lo más suave que puedas.
El tío se tiró dando un grito al estilo de Tarzán y en un segundo él bajaba y yo subía. Tan cuidadoso quiso ser que se tiró todo a la orilla que pudo, tan, tan a la orilla que se dio de morros contra el travesaño (larguero) de la cama, y su tronco de olivo, el orgullo de mi “moreno” se quedó completamente desmochado. La cama se levantó a 2 patas, como los coches cuando hacen un trompo, y yo salté lanzada hacía arriba como si me hubiese puesto en un trampolín, para acabar cayendo de bruces contra su espalda, lo que ayudó a empotrarlo aún más contra el larguero de la cama.
Lanzó un alarido bestial, y mi única reacción fue taparle la boca con las 2 manos, por que mis padres dormían en la habitación de al lado”.
—¡Joder, tía! Pues sí que te ha gustado lo que me ha hecho el Rubio esta noche. ¡Vaya ojos, niña! Pues te aguantas, que tú ya tienes bastante con tu morenazo —y me dio un codazo que me hizo salir de mi estado semi catatónico de sopetón.
—¡Eh! ¿pero qué haces? ¿Por qué me pegas? —protesté yo.
—No me digas que no te has enterado de nada —dijo mirándome de reojo, cariacontecida y algo bastante desilusionada.
—Pero, ¿qué me estabas contado?
—No hay manera contigo. Ya te has vuelto a ir del mundo. Pues ahora te fastidias por que no pienso volvértelo a contar.
Lo dijo con toda la intención de hacerme sentir culpable o al menos aguijonear mi curiosidad.
—¡Ups! ¡Perdón! Pero creo que ya he tenido bastantes escenitas de amor por hoy.