sábado, 24 de julio de 2010

diez maneras de empezar y ninguna para terminar

Ella, sudorosa, anieblada, con la vista desenfocada, despatarrada por completo en la cama, con el sexo aún dolorido aún mojado, grita al mundo ¡¡Guau!!

¡¡Oh dios!! -exclama con fiereza. Ella que nunca creyó que Dios existiese, lo invoca como lo más real de la humanidad, por fin su primer orgasmo no fingido.

Encima de la cama, con la mirada perdida en algún punto finito y perfectamente delimitado del pecho de su acompañante, con vale para una sola noche de placer piensa precisamente en eso: ¿Qué es el placer?

Ese punto de placer extremo, con un puntito de dolor físico acaba de transportarla a las antípodas de su vida diaria: ese puntito de placer en medio de un desolador horizonte de dolor.

Amar es difícil, follar todo lo contrario, si no que se lo pregunten a ella, cada noche elige su pieza, la devora lentamente y después tira los huesos por la escalera. ¿Por qué entonces casi todo el mundo se empecina en roer huesos hasta que la muerte los convierta en ceniza?

Un acto frío, calculado, soñado, deseado: echar un polvo en pleno enero en la puta orilla del río, sí, totalmente bucólico y romántico pero de locos, joder con lo fácil que es meterse en una iglesia y en un banco próximo al confesionario dar rienda suelta a tus más bajos instintos, al fin y al cabo Dios perdonará tus pecados y al final e hará inmensamente feliz y acabarás exhausto con la redención divina de gozar de un orgasmo digno de dioses.

¿Reír o llorar?... ¿qué más da? Sufrir es gratis, reír suele costar más, soñar es de imbéciles, y ahogarse en un mar de aullidos y estertores de placer es una utopía ¿dónde coño he dejado el sentido común?

Casi casi se podría comenzar sólo a base de onomatopeyas para acabar adivinando que era u na juerga clandestina en el warner bross entre el conejito bugs y sus zanahorias juguetonas.

De repente todo se hizo calma y quietud, los cuerpos yacían relajados, totalmente desubicados, sólo los dedos de sus manos entrelazados eran testigos mudos, o quizá no tan mudos, del combate cuerpo a cuerpo sin vencedores ni vencidos, sólo el sueño reparador pondrá a cada uno en su sitio.

Y ya que estamos comenzando, tendremos que decir que nada tiene un comienzo cierto ni un final esperado, sólo sabemos que biológicamente morimos, pero ¿de qué forma, cuándo o por qué? El que lo sepa que levante la mano, igual que el que sepa a que se debe este texto tan gilipollas puede darme la razón, quizá así comience algo en serio.

No hay final, pues nada ha empezado.