No es algo común en mí eso de pensar. No me gusta, es como saber cuando vas a morir, cómo y dónde y no poder hacer nada por impedirlo. Me gusta que la vida vaya fluyendo, que venga o vaya, que me llene lo bueno y me sobrepase lo malo, pero que siga su curso.
Pero...
He de reconocer que a veces me miro en el espejo y recreo en él mis caras, unas enfadadas, otras sorprendidas, algunas esperpénticas y las demás sin ton ni son y entonces pienso... ¿quién de todas esas soy yo? ¿Por qué soy todas y ninguna?
y entonces recuerdo cosas, gentes, lugares, y me monto mis especiales de teatro, siempre frente al espejo, arte y parte en todo momento desde la creación de la idea, a la escenificación, al aplauso o a la decepción.
Todo cabe cuando una se desnuda frente a sí misma, sin posibilidad de escapatoria, y...
Siempre acabo por huir por los caminos de la fantasía, no sé si es bueno o malo, sólo sé que no me atrevo a enfrentarme del todo, que cuando me miro en el espejo veo a alguien que no soy yo, que no es ni mi cara, que es una completa extraña que tiene acceso a los rincones más recónditos de mi memoria, de mi intelecto, y que se ríe de mí, y tengo miedo, mucho miedo.
No hay experiencia peor que la de sentarte junto a ti mismo y hacer de psicoanalista contigo mismo y descubrir que eres un puto cobarde sin agallas para retar a tu imagen opuesta y traslúcida, aquella que te observa y se ríe y es superior a ti y que aunque pegues un puñetazo en el espejo no te libras de ella, no, es peor que todo eso, te devuelve pequeños fragmentos de tu rostro, a cual de ellos más tenebroso, mas amenazador, más surrealista que conforman tu realidad, y no quieres ni puedes admitirlo, y ensayas la risa, sarcástica sincera, y se te antoja una elevación de cejas, o una caída de las mismas provocativa, o escondes el llanto tras unos ojos hinchados, o simplemente te lavas la cara con abundante agua, con la esperanza de que al volver a mirarte cambies, y seas esa persona estupenda que te gustaría ser, o que los demás anhelan que seas, y por más que restriegues siempre es la misma cara pusilánime y egoísta que se ríe de ti.
Y es que mi espejo a veces piensa...
Y yo espero tras el marco de la puerta vigilante su próximo movimiento, mi vida pende de un hilo: su pensamiento
Y es que a veces pienso...