domingo, 20 de junio de 2010

A VECES PIENSO...

No es algo común en mí eso de pensar. No me gusta, es como saber cuando vas a morir, cómo y dónde y no poder hacer nada por impedirlo. Me gusta que la vida vaya fluyendo, que venga o vaya, que me llene lo bueno y me sobrepase lo malo, pero que siga su curso.


Pero...

He de reconocer que a veces me miro en el espejo y recreo en él mis caras, unas enfadadas, otras sorprendidas, algunas esperpénticas y las demás sin ton ni son y entonces pienso... ¿quién de todas esas soy yo? ¿Por qué soy todas y ninguna?

y entonces recuerdo cosas, gentes, lugares, y me monto mis especiales de teatro, siempre frente al espejo, arte y parte en todo momento desde la creación de la idea, a la escenificación, al aplauso o a la decepción.

Todo cabe cuando una se desnuda frente a sí misma, sin posibilidad de escapatoria, y...

Siempre acabo por huir por los caminos de la fantasía, no sé si es bueno o malo, sólo sé que no me atrevo a enfrentarme del todo, que cuando me miro en el espejo veo a alguien que no soy yo, que no es ni mi cara, que es una completa extraña que tiene acceso a los rincones más recónditos de mi memoria, de mi intelecto, y que se ríe de mí, y tengo miedo, mucho miedo.

No hay experiencia peor que la de sentarte junto a ti mismo y hacer de psicoanalista contigo mismo y descubrir que eres un puto cobarde sin agallas para retar a tu imagen opuesta y traslúcida, aquella que te observa y se ríe y es superior a ti y que aunque pegues un puñetazo en el espejo no te libras de ella, no, es peor que todo eso, te devuelve pequeños fragmentos de tu rostro, a cual de ellos más tenebroso, mas amenazador, más surrealista que conforman tu realidad, y no quieres ni puedes admitirlo, y ensayas la risa, sarcástica sincera, y se te antoja una elevación de cejas, o una caída de las mismas provocativa, o escondes el llanto tras unos ojos hinchados, o simplemente te lavas la cara con abundante agua, con la esperanza de que al volver a mirarte cambies, y seas esa persona estupenda que te gustaría ser, o que los demás anhelan que seas, y por más que restriegues siempre es la misma cara pusilánime y egoísta que se ríe de ti.

Y es que mi espejo a veces piensa...

Y yo espero tras el marco de la puerta vigilante su próximo movimiento, mi vida pende de un hilo: su pensamiento

Y es que a veces pienso...

2 comentarios:

Deaire dijo...

Ni aun mirándonos al espejo, somos capaces de vernos como nos ven los demás, porque basta una mueca no ensayada para sorprendernos; sabemos, quizá, de las reacciones que en nuestro rostro suscitamos nosotros mismos, pero ¿nos vemos la cara cuando lo ajeno nos deleita o nos angustia? Rara vez. Los demás también son nuestro espejo y es mirándonos en su rostro, sus reacciones, como podemos vernos. Cuidado, entonces, con el cambio de mueca que improvisemos, no sea que se nos diluya nuestra imagen, y con ella, nuestro ser.
Me gustan los espejos que piensan. Me ha gustado venir. Volveré (y no es una amenaza)
Un beso, Lalola :-)

Unknown dijo...

jajajajj, amenazas a mí????
jjajajaja.
en serio, los espejos que piensan tienen una doble faceta o un doble filo si así se quiere, el caso es que atraen tanto como asustan, y es difícil interpretar lo que nos dicen a través de imágenes, por que en la interpretación abundan los elementos subjetivos, pero me apetece mucho encontrarme por fin con algún espejo así, sigo mi busqueda a la vez que me escondo de ellos.
Besosssssssssssssssss