sábado, 24 de julio de 2010

diez maneras de empezar y ninguna para terminar

Ella, sudorosa, anieblada, con la vista desenfocada, despatarrada por completo en la cama, con el sexo aún dolorido aún mojado, grita al mundo ¡¡Guau!!

¡¡Oh dios!! -exclama con fiereza. Ella que nunca creyó que Dios existiese, lo invoca como lo más real de la humanidad, por fin su primer orgasmo no fingido.

Encima de la cama, con la mirada perdida en algún punto finito y perfectamente delimitado del pecho de su acompañante, con vale para una sola noche de placer piensa precisamente en eso: ¿Qué es el placer?

Ese punto de placer extremo, con un puntito de dolor físico acaba de transportarla a las antípodas de su vida diaria: ese puntito de placer en medio de un desolador horizonte de dolor.

Amar es difícil, follar todo lo contrario, si no que se lo pregunten a ella, cada noche elige su pieza, la devora lentamente y después tira los huesos por la escalera. ¿Por qué entonces casi todo el mundo se empecina en roer huesos hasta que la muerte los convierta en ceniza?

Un acto frío, calculado, soñado, deseado: echar un polvo en pleno enero en la puta orilla del río, sí, totalmente bucólico y romántico pero de locos, joder con lo fácil que es meterse en una iglesia y en un banco próximo al confesionario dar rienda suelta a tus más bajos instintos, al fin y al cabo Dios perdonará tus pecados y al final e hará inmensamente feliz y acabarás exhausto con la redención divina de gozar de un orgasmo digno de dioses.

¿Reír o llorar?... ¿qué más da? Sufrir es gratis, reír suele costar más, soñar es de imbéciles, y ahogarse en un mar de aullidos y estertores de placer es una utopía ¿dónde coño he dejado el sentido común?

Casi casi se podría comenzar sólo a base de onomatopeyas para acabar adivinando que era u na juerga clandestina en el warner bross entre el conejito bugs y sus zanahorias juguetonas.

De repente todo se hizo calma y quietud, los cuerpos yacían relajados, totalmente desubicados, sólo los dedos de sus manos entrelazados eran testigos mudos, o quizá no tan mudos, del combate cuerpo a cuerpo sin vencedores ni vencidos, sólo el sueño reparador pondrá a cada uno en su sitio.

Y ya que estamos comenzando, tendremos que decir que nada tiene un comienzo cierto ni un final esperado, sólo sabemos que biológicamente morimos, pero ¿de qué forma, cuándo o por qué? El que lo sepa que levante la mano, igual que el que sepa a que se debe este texto tan gilipollas puede darme la razón, quizá así comience algo en serio.

No hay final, pues nada ha empezado.


jueves, 22 de julio de 2010

Cáncer

No la entiende nadie, sus repentinos cambios de humor, sus locuras y excentricidades hacen de ella una persona totalmente anormal. Tampoco ella sabe cómo debe comportarse con el enorme peso que ha caído sobre sus espaldas. Nadie le da tiempo a adaptarse, la vida sigue y es dura, ella no está exenta de esa dureza. Debe acatar las normas hasta el final. Un final próximo, un final amargo y doloroso.

Es duro ver como cada día se apaga más y más, su cuerpo se desfigura por el dolor y no protesta, no dice nada, su silencio es tajante. Es tan difícil estar a su lado y no salir corriendo, huyendo, y maldiciéndola, por que su carácter fuerte de por sí, se agrava día a día, sus salidas de tono y sus respuestas hirientes sólo son la punta de un miedo tenaz que no la deja vivir.

¡Vivir! ¡Qué palabra tan bonita y tan vacía cuando no la valoras!

Todos aquellos que tienen fecha de caducidad escrita en su expediente, sienten el impulso de vivir intensamente, de disfrutar de lo que tienen de lo que son, pero ella no. Atea acérrima, impulsiva, valiente, plantándole cara al destino, con la muerte bien presente y haciéndole la burla constantemente, no quiere seguir en este mundo. Nunca entendió el miedo a la muerte, ni la vida sin ella. Para Mª José la muerte es la fase vital más importante de todo ser humano, la que asienta y coloca cada cosa en su lugar, la que pone a las personas en su sitio, ni por encima ni por debajo, ni mejores ni peores.

Yo no puedo dejar de pensar a pesar de todo que a ella le ha llegado demasiado pronto, y no se lo merece aunque sea como es, dura de pelar, con un genio endemoniado, con tantas cosas buenas, más que malas, aunque lo encubra de la forma más descarada e irrespetuosa.

Ella siempre dice que no diga bobadas, que la muerte es algo natural, que como ha vivido deprisa le toca morirse pronto, que es ley de vida, pero ... No sé como explicar esto, es mi mejor amiga y se muere, y no puedo hacer nada, y sufro y lloro, y ella se ríe de mí. No por que no me quiera, no por que sea insensible, que no lo es, aunque los que la conocen por encima pondrían ambas manos sobre el fuego afirmando todo lo contrario.

Escribo en su ordenador, en su casa, ella me está mirando ahora mismo, y acaba de tocar mi hombro sonriendo, mis lágrimas luchan por no salir, y me abraza, me dice que para mí es una mala jugada del destino, pero que ella lo acepta, que yo debo aceptarlo, que la que se muere es ella, que yo sigo con mi vida, que estoy sana, y yo me quisiera morir por ella o con ella. La carcajada ahora es sonora, y yo debo dejar el teclado, me faltan las fuerzas.

Ella se muere y nosotros seguimos vivos, el cáncer le ha minado y ella se siente contenta, no quiere ni luchar contra él, ni sufrir, sólo busca la manera de que se la coma antes de rabiar de dolor.

Quizá su peor dolor es ver como sufrimos a su alrededor pero no lo admitiría ni después de muerta, una muestra de flaqueza en ella significaría que la muerte ya la tendría agarrada, y a eso me aferro, a que todavía niega con todas sus fuerzas su miedo y su dolor.

Desde mi rincón un beso querida amiga. Te quiero.

lunes, 19 de julio de 2010

Mamá, quiero ser monja " mi primera locura"

Al contrario de las muchas chicas de mi edad que querían ser actrices o artistas en general yo perdía la chaveta por hacerme monja.

Nací en una familia poco habitual para la época, mis padres se dedicaban al teatro ambulante. Eran artistas de pega. pues jamás en sus vidas representaron una obra de teatro igual ni siquiera parecida a la anterior.

Curiosamente lo único que se repetía durante meses era el título, aunque la obra dependía más de como había ido el día en la familia que del nombre en si.

Hubo pueblos en los que hubo que azuzar a las mulas para que arrastrasen aquella carreta como alma que lleva el diablo, pues si bien la función siempre se representaba sin retrasos, nunca nadie podía aventurarse a saber que es lo que iba a ocurrir.

Normalmente se daba una actuación por pueblo y casi nunca se daban dos en el mismo sitio y mucho menos seguidas. Si alguna vez ocurría esto, mis padres de antemano daban ración extra a las mulas y aligeraban todo lo que podían el peso de los carromatos.

Mi madre era la única mujer de aquella compañía y de vez en cuando alguno de mis padres debía disfrazarse para hacer algún otro papel femenino.

Todos los hombres, siete que yo recuerde, me trataban como hija aunque yo no tenía el apellido de ninguno de ellos, y cuando alguien preguntaba que quién era mi padre, saltaban todos a una como los de Fuenteovejuna: "yo". Respuesta a la que casi siempre seguía aun silencio denso y enigmático que casi siempre acababa por sacar la sonrisa forzada del preguntador.

Un día pasamos por una Ermita y le pregunté a mi madre:

•Madre, en esa casa tan vieja de ahí ¿vive alguien?
•Claro, hija. Es la casa del Señor
•¿De qué Señor, madre?
•Pareces tonta muchacha –me recriminó-, es la casa de Dios.
•¡Ah!

Yo no entendía que en una casucha tan pequeña y blanca pudiera vivir un Señor tan grande como Dios, que según había oído decir vivía en todas partes y entonces si vivía en todas partes... ¿para qué tenía una casa tan pequeña?

•Y ¿qué hace Dios en esa casa, madre?
•Nada. Mira Marcela, Dios no existe, pero hay gente que le interesa que se crea todo lo contrario y le va haciendo casas por todos los caminos. Algunas son pequeñas como esta, otras son más grandes y oscuras y otras son enormes y lujosas, pero todas ellas solo sirven para engañar a las personas.

Definitivamente no entendía nada, eso de Dios era verdaderamente complicado.

Aquello pasó y nosotros seguimos muestro camino aunque de vez en cuando me venían a la cabeza estas y otras tribulaciones parecidas.

Un día de esos en que estaban dando ración doble a las mulas la cosas se puso muy fea, la guardia civil entró mosquetón en mano a los carromatos e iba sacando a mis padres, al final se llevaron hasta a mi madre que jamás había sido arrestada por ninguna falta.

Estábamos en Torremochada, y había ocurrido un robo en casa del alcalde. La gente del pueblo enseguida corrió la voz de que éramos los feriantes los culpables y nos echó a la autoridad encima.

Mi madre que ya estaba más que hecha a estos desmanes, al principio de reía y burlaba de las autoridades, a la vez que me llevaba a horcajadas en su cadera.

Pero fue que la cosa la tuvo que ver bien dura, pues pidió que me llevaran junto a las madres del pueblo para que me cuidaran mientras se resolvía todo aquel follón.

Tuvo a bien, es destino, que pasaran cuatro días con sus noches en el calabozo, según diría mi madre, mas las monjas insistían en que era designio del Señor.

Me enseñaron sus costumbres, su vida, su forma de adorar a Dios y asistir al prójimo. Me pareció un cuento de hadas, aunque en este caso se te exigía madrugar y trabajar mucho.

La primera vez que fui a misa, me quedé sorprendida y casi casi extasiada al oír cantar el coro de las monjas, al observar el silencio y el respeto que sentía todo el que entraba a la iglesia.

Cuando acabó me quedé sola frente al altar delante de la Cruz del Cristo y me puse a hablarle en voz bajita.

-Ya sé que tienes muchas esposas y que para nada necesitas otra, pero siento que te quiero, y que tu me miras con amor, aunque soy muy pequeña y no entiendo de estas cosas sé lo que siento, y sé lo que quiero hacer. Ahora no te sirvo para nada pero en cuanto sea mayor entraré a tu servicio, te adoraré , cuidaré y amaré hasta el fin de mis días.

Mientras le decía estas palabras, pues no sabía rezar, sentí una luz inmensa y un calor agradable e intenso en mi pecho que daba razón a mis palabras.

En todos esos días no dejé de pedir por mis padres que parecían destinados a pudrirse en la cárcel. Yo sabía que me escuchaba igual que a las hermanas en sus rezos.

Tres días después mi familia fue absuelta del delito. La Guardia Civil del pueblo de al lado Trancasosa de Abajo había detenido a una cuadrilla de gitanos que intentaban vender al prestamista del pueblo las joyas del alcalde de Torremochada.

Mi madre amaneció en el convento al quinto día sobre las cuatro de la tarde, sucia, pegajosa dispuesta a llevarme con ella. Yo no pude negarme, también quería a mi madre y a mis siete padres.

Por la noche me preguntó que qué tal había estado en el convento.

Yo le contesté la verdad, que había estado requetebien comida, limpia cuidada aunque había tenido que madrugar bastante por las mañanas.

-Brujas –Exclamó mi madre.
-Mamá no les digas eso, cuando sea mayor seré monja

domingo, 18 de julio de 2010

UNA DE MIS PRIMERAS FANTASÍAS

El título de este blog no ha sido aleatorio, ni siquiera pretendía captar la atención de ninguno de vosotros, es simplemente mi vida.

Siempre que las situaciones en las que estaba sumergida me sobrepasaban, mi imaginación se ponía en marcha y así lograba evadirme de todas las inquietudes y congojas del mundo real, otras veces simplemente era un ejercicio de onanismo involuntario al que era imposible resistirse.

Cual si fuese D. Quijote con lanza en ristre contra los gigantes yo me montaba mis películas, y cuando ya todo había pasado despertaba de mi estado de catarsis, sin saber qué había pasado, ni de qué o de quién iba la historia.

Para daros una idea de lo que os he contado voy a empezar con una de mis historietas, a ver que os parece.

Correría por aquel entonces el año 75, me refiero al 1975 (claro, ¡qué estupidez la mía). Recuerdo que en la tele daban la serie de Starsky y Hutch (o algo así, que yo de inglés ni idea).

Aquí, mi menda leyenda estaba completamente enamorada del moreno (Starsky), y además tenía una amiga que vivía en mi mismo bloque, en el tercero. Era un poco mayor que yo y a ella le gustaba el Rubio.

Siempre andábamos la una en casa de la otra, y gozábamos ambas de una imaginación sin límites.

Al ser ella mayor, su imaginación ya andaba por derroteros impensables para mí (¡qué de guarradas se le ocurrían!).

Un jueves, al mediodía, cuando salíamos del colegio (siempre íbamos y volvíamos juntas, parecíamos siamesas), me dijo:—Esta mañana se me ha olvidado contarte lo que he soñado—, mientras me daba golpecitos con la mano abierta en el antebrazo. Aunque sabía que eso a mí me disgustaba, ella seguía sin darse cuenta de lo emocionada que estaba.

—Estábamos las 2 en una terraza tomándonos un helado y… —abrió los ojos cmo si hubiese visto un fantasma— … ¿a qué no sabes quién se ha sentado con nosotras?

Me detuve en seco, mirándola a los ojos sin parpadear para acabar respondiendo como si nunca hubiese roto un plato:—Ni idea—.

—¡Starsky y Hutch, tía! —dijo de repente dando un saltito estilo las niñas monas de mi clase.

—Y eso no es todo, ¡qué va!, lo mejor de todo es que pasamos la noche con ellos.

Me quedé pensando —¡ah!— y cabeceando a la vez. Definitivamente a Mayte se le había ido la cabeza.

—¡Vaya! Pues sí que es importante eso de que pasaran la noche con nosotros…¡Menuda tontería! — le dije yo en tono de cachondeo. Pero ella seguía…

—¿Te imaginas? Con lo bestia que es el moreno…

Ahí salté yo.

—¡Eh! ¡Eh! ¡Morenazo! Si no te importa, bonita. ¡Con lo bueno que está el tío y le dices “moreno”! —lo dije con un retintín que más bien parecía un insulto o un desprecio al amor de mi vida— ¡Vamos hombre! Tú vas y le dices “moreno” como si le echaras una limosna. ¡Morenazo! Y no se hable más.

—Bueno vale, el “morenazo” ese —dijo escapándosele una sonrisilla picajosa. Pero siguió…—, te lo llevas a casa y te hace el salto del armario, pero seguro, ¡eh! Vamos que te deja como una oliva.

—¿¡Cómo!?

—¡Jolín! Qué te ensarta como un palillo a una oliva.

—¡Dios! ¿Qué dices?...¿Eso haría? Y… cómo, por qué y con qué —yo ya estaba asustada del todo.

—¡Jo, qué tonta que eres chica! Pues con la chorra, cuando están tontos…, cuando tontean con las mujeres, se les pone más larga y muy dura, parece como un tronco.

—Ja, ja, ja … Una rama…, sí, ja, ja, ja. Sí, sí, como el tronco de un olivo…ja, ja, ja —yo me desternillaba viva con su ocurrencia— No digas tonterías, anda.

—Sí, sí, tú ríete, ya lo comprobarás tu misma. Tú no lo has visto, pero no me desvíes del tema, por que lo que yo quería contarte…bla, bla, bla…

Para entonces ya era tarde, yo ya tenía mi propia película en marcha.


“Estábamos en mi habitación, yo tumbada boca arriba, con las piernas abiertas, pero completamente estiradas, vamos cual si estuviera haciendo estiramientos en clase de gimnasia ,con los brazos en cruz, mirando muy quieta hacía el armario.

Encima de el, estaba mi amor afro (lo digo por los pelos) mandándome besitos. Llevaba unos calzoncillos de piel de leopardo, todo él agresivo enseñándome los dientes.

Yo, abajo, cagaita de miedo pensando en que si se tiraba a peso, no sé si me iba a dejar echa una oliva o una pasa, vamos que me chafaba viva y me dejaba echa una pegatina en la colcha.

—¡Qué voy! —dijo él en plan animal

—¡¡¡No!!! —grité yo espantada.

—Poquito a poco , cariño —le dije con suavidad y casi casi tartamudeando.

Él parecía tan dispuesto que yo no lograba hacer que me escuchara.

—¡Oye, escúchame, so cabronazo! — le grité a voz en cuello, ante su repentina sordera crónica.

—Mira —le dije una vez pude captar su atención—, perdona cariño, pero es que estás tan entusiasmado que no me haces ni caso. Lo que te quiero decir es que si saltas, hazlo despacito, con cariño… ¿sabrás?

—Pero… —él iba a protestar.

—Pero nada —le atajé— Al final Mayte va a tener razón y resultará que eres un bestia y “moreno” a secas.

Al oír mis palabras se puso de rodillas encima del armario, encogido, por que obviamente no cogía en aquel exiguo hueco, y empezó a rogarme que no rebajara , que lo haría como yo se lo pidiese.

—Tengo una idea —dije interrumpiendo el lloriqueo de mi amante— en vez de hacer el salto del armario, ¿por qué no haces como Spiderman? Y te quedas colgando del techo y me besas despacito —aunque en realidad me daba un poco de asco, sólo de pensar en juntar su saliva y la mía.

—Pues no lo sé, pero probablemente se deba a que no tengo tela de araña de la que colgarme. Y si tantos reparos tienes salgo de tu fantasía ahora mismo —me dijo ya en un tono que su no era de cabreo, mucho se le parecía.

—¡Ups! —exclamé. Eso no me había gustado nada.

—Bueno, ¿qué hacemos, que se acaba el tiempo? — me inquirió muy nervioso.

—Vale. Salta, pero…¡Aquí! —dije señalando el costado de la cama que quedó libre al encogerme yo en contra la pared— Todo lo más suave que puedas.

El tío se tiró dando un grito al estilo de Tarzán y en un segundo él bajaba y yo subía. Tan cuidadoso quiso ser que se tiró todo a la orilla que pudo, tan, tan a la orilla que se dio de morros contra el travesaño (larguero) de la cama, y su tronco de olivo, el orgullo de mi “moreno” se quedó completamente desmochado. La cama se levantó a 2 patas, como los coches cuando hacen un trompo, y yo salté lanzada hacía arriba como si me hubiese puesto en un trampolín, para acabar cayendo de bruces contra su espalda, lo que ayudó a empotrarlo aún más contra el larguero de la cama.

Lanzó un alarido bestial, y mi única reacción fue taparle la boca con las 2 manos, por que mis padres dormían en la habitación de al lado”.


—¡Joder, tía! Pues sí que te ha gustado lo que me ha hecho el Rubio esta noche. ¡Vaya ojos, niña! Pues te aguantas, que tú ya tienes bastante con tu morenazo —y me dio un codazo que me hizo salir de mi estado semi catatónico de sopetón.

—¡Eh! ¿pero qué haces? ¿Por qué me pegas? —protesté yo.

—No me digas que no te has enterado de nada —dijo mirándome de reojo, cariacontecida y algo bastante desilusionada.

—Pero, ¿qué me estabas contado?

—No hay manera contigo. Ya te has vuelto a ir del mundo. Pues ahora te fastidias por que no pienso volvértelo a contar.

Lo dijo con toda la intención de hacerme sentir culpable o al menos aguijonear mi curiosidad.

—¡Ups! ¡Perdón! Pero creo que ya he tenido bastantes escenitas de amor por hoy.

jueves, 15 de julio de 2010

A VECES...

...Un sueño se hace realidad, y la vida da un giro de 180 grados, y lo que estaba cabeza arriba se vuelve cabeza abajo, y a veces esos sueños no se deberían tener, por pura salud mental.

Y eso es lo que a mí me pasó, que un sueño se hizo realidad. Una visión abominable vino a mi vida sin permiso alguno y me llevó media vida librarme de sus consecuencias.

Imaginad el hombre más apuesto del mundo, el más amable, el más detallista y encantador, bueno pues ese hombre se vino a dar de boca conmigo sin previo aviso, y ¡como no! Caí rendida a sus pies sin la menor posibilidad de efectuar maniobra alguna, si acaso no fuese la de amarrarlo más fuerte para no dejarlo escapar.

Se casó conmigo al mes de conocerme, me prometió la luna y me bajó el universo. Era lo único que existía en el mundo y en mi vida y de repente un sueño, un maldito sueño lo echó todo a perder.

La noche de bodas después de toda la fiesta, después de la pasión emborrachada durante todo el día, después de los besos y las caricias más sublimes que mujer haya conocido, después de eso vino... lo peor.

Estábamos los dos en Córdoba, ciudad donde el calor derrite hasta los edificios, veníamos de visitar la Mezquita. A dos manzanas del hotel en el que nos alojábamos pasó todo, no puedo repetir la angustia que pasé y desperté gritando su nombre.

Él asustado me abrazó e intentó por todos los medios sonsacarme que era lo que había soñado, pero yo le rogaba por favor que dejase de preguntarme eso, que se me había olvidado, que sólo recordaba que estaba muy angustiada pero que al despertarme lo había olvidado. No me creyó, no le culpé, era mentira.

Apenas unos meses después fuimos a Córdoba a un bautizo, el de mis sobrinos gemelos. Casualmente tuvimos que ir al hotel Conquistador, era el más cercano a la carretera de Andalucía y casi al lado del Mezquita. Veníamos del estadio del Arcángel, aunque andando es un buen trozo nos apetecía pasear.

No había vuelto a recordar ese sueño hasta que lo vi. Otra vez allí plantado, apoyado en una farola de la calle, con ese aire de estar de vuelta de todo y la sonrisa del que tiene el poder en su mano. Ese poder brilló tan sólo un instante, el que tardó en clavárselo en el cuello a mi marido. Después me miró un momento y dijo algo ininteligible que pareció como -no te preocupes nena, no tengo nada personal contigo- y se fue muy tranquilo.

Ni siquiera volvió la cara para ver si yo pedía auxilio, ni yo fui capaz de hacerlo, ni de mirar a Enrique tirado sobre la acera como un guiñapo chorreando sangre, mientras mis ojos seguían sin apenas parpadear a aquel hombre que segó mi felicidad.

He vivido muchos años recordándolo, segundo por segundo; el sueño y la realidad, ya no puedo más. Es la hora de acabar con todo.

En ese tiempo supe muchas cosas, pero no las que de verdad me hubieran ayudado a olvidar. Averigüé datos personales del asesino, me dediqué en cuerpo y alma a espiarlo. Para mi sorpresa nunca descubrí ningún acto violento en su vida diaria, si no todo lo contrario. Era un hombre encantador, de sonrisa franca, con muchos amigos que darína su vida por él. Tenía un hijo y estaba casado. Su mujer la pobre perdió la cabeza, la gente del barrio decían que desde la muerte de su hija no volvió en sí.

Hubo momentos en que pensé que me estaba volviendo loca, que no podía ser que fuesen la misma persona, era imposible.

Mateo era un padre perfecto, un marido paciente, enamorado, solicito a cualquier deseo por loco que fuese de su mujer, pero entonces... ¿Por qué?

Esa pregunta me corroía las entrañas, ¿por qué mató a Enrique? Esa pregunta insistente me enseñó a odiar, me ayudó a vivir esperando el momento de la venganza y ese había llegado.

Mateo no me recordaba, sólo me vio un instante, sólo me dirigió unas pocas palabras a las que yo no respondí. Me cercioré de eso cuando me mudé, a su barrio para tenerlo más controlado. Me sorprendió sobremanera descubrir que vivíamos en la misma ciudad, pero nada le ataba a Enrique, no eran ni conocidos.

Me trataba como a una vecina más, me saludaba e incluso alguna vez me ayudó a subir la compra al piso, un tercero sin ascensor. Yo haciendo de tripas corazón dejé que se acercará a mí, que entrara en mi casa, y hasta permití que me arreglase un par de cosillas en casa , y nunca me pidió nada a cambio, es más cuando dije de pagarle fue como un grave insulto para él.

Yo sabía que él a esas horas venía del parque con su hijo y que después saldría a echarse unos vinos con los amigos. Mi plan era perfecto, me haría la encontradiza y lo abordaría de repente sin darle opción a pensar.

-Hola Mateo- dije en un tono neutro

-Hola Gloria, ¿vas a la compra?

-No, en realidad venía buscándote a ti.

-Has tardado mucho tiempo Gloria.
-¿Qué quieres decir? - le pregunté sintiéndome descubierta.

-Sí, Gloria. Fui yo el que le mató, y lo volvería a hacer sin pensarlo. ¿No te imaginas el por qué?

Su cara me hizo pensar en su mujer. Él pareció adivinar mis pensamientos
-No, ese sería en todo caso la gota que colmó el vaso. Laura mi hija, fue salvajemente violada, y después descuartizada y tirada a un cubo de la basura, pero no fue la única, Hubo al menos tres chicas más que yo sepa.

-¿Quieres decir que...? - no podía ni quería creerlo.
-Sí, yo mismo salvé a la última de sus victimas pero él se me escapó. Hice lo mismo que tú, vigilarlo, espiarlo y esperar.

- Y... ¿por qué sabiendo que era yo no has intentado huir? no te creo. Has tenido mucho tiempo para decirme todo eso y no lo has hecho. ¿Por qué ahora? - pregunté con la rabia silbando entre mis labios- Eres un maldito cobarde, y un asesino, y aunque me pudra en la cárcel o sea lo último que haga te voy a matar.

- Es la verdad, a veces he pensado contártelo, pero no sabía como empezar. Además yo también te estaba esperando, necesito que me aligeres de esa carga. Lo maté, por que el mató a mi hija y recluyó en la oscuridad a mi mujer, y eso no podía quedar impune. No puedo decir que lo sienta.

Todo es borroso...

-...Alcé mi mano con el cuchillo de cocina, ya no recuerdo más Sr. Juez, Sé que lo maté. ....A veces una necesita soñar y que le castiguen por soñar