miércoles, 11 de agosto de 2010

Carta de amor

BUENO ESTA CARTA LA HE PRESENTADO A UN CONCURSO QUE NO HE GANADO, JEJJEE, COMO ERA DE ESPERAR..., ES QUE... ES LO QUE TIENE SER UNA TOTAL ATEA EN CUESTIONES DE AMOR, Y OTRA DE LAS RAZONES ES QUE NO HE UTILIZADO EL TÚ SI NO EL TRATAMIENTO MAJESTATICO, JAJAJAAJA, ES QUE DE DONDE NO HAY NO SE PUEDE SACAR




AHÍ OS VA, (MENOS MAL QUE AUN NOS QUEDA LIBRE EL DON DE LA RISA, Y LO MEJOR QUE AQUÍ POR LO MENOS ES GRATIS)







CARTA DE AMOR



Mi más que apreciado señor Eduardo:

Ahora que todo pasó y ya nada nos une, debo confesarle que nadie como Ud., ha hollado con tanta fuerza en mi corazón.

El recuerdo me dañará tantos años como logre vivir, y su ausencia será para mí el castigo por soñar.

Los silencios se pegan en mi garganta y acallan su nombre. No puedo dejar que la desolación haga presa de mí, debo intentar que el olvido anide en mi cabeza y en mi pecho para que el dolor se haga cada vez un poco menos funesto, y un poco menos angustioso.

Sí, eso es, la angustia de no poderlo tener próximo a mí, de saberlo envuelto por los brazos de otra mujer, atado a los besos de otra dama, aunque no lo sea, pues la buena educación ha de primar sobre todo, eso, eso y no otra cosa es lo que me está matando por dentro.

Imagino que Ud., mi señor del alma, gozará hasta el infinito de los placeres de ese dulce licor que emborracha los sentidos, y que gustaría de dejar en el pasado mi nombre y apellidos.

Por otra parte, como sin duda sabrá yo me hubiese dejado segar la vida por agradarlo y servirle, aunque eso no haya sido nunca suficiente para calmar la sed de deseo infernal que le posee en estos momentos.

No quisiese caer en el apostolado, de mi señor Dios, pero no dudo de que por su actuación frívola y desmedida será condenado por los siglos de los siglos a quemarse en el infierno, y bien a mi pesar, que le lloraré y rezaré por su alma hasta que no me quede una gota de saliva ni un sacramento de aire.

Saberlo vivo y feliz, antes bien de ser un consuelo para mí, es un tormento espantoso y cruel pues el sólo hecho de pensar que cualquier día de los que acontece en mi devenir diario podrían cruzarse nuestros caminos es la peor de las condenas que me podrían infligir en vida.

No soportaría el escarnio público de sonrojarme al apreciar esa mirada negra y furtiva que roba las engalanadas prendas que guardan el deseo femenino, esa arrogancia en su vestir y andar, esa altanería en sus modales y esa sonrisa que promete cielos claros y que sólo provoca tempestades.

Y si tuviera el cielo a bien, que digo a bien, a mal y peor que mal, el mostrármelo en compañía de una potranca joven y garbosa, Dios no lo quiera nunca, me mataría al instante clavándome la daga hiriente de los celos y desamores.

Por eso me atrevo a pedirle o a suplicarle aún si fuese necesario, de rodillas, que no aventure a poner sus pies cerca de mi casa, que evite en lo que pueda ser visto por estos ojos que no hacen otra cosa que morir en lágrimas de lava hirviente que queman todo lo que encuentran a su paso. Y que si algún día recibiese una misiva distinta de esta pidiéndole lo contrario que la queme sin miramientos y recuerde esta primera que le envío punto por punto.

Si aconteciese que me diese muerte, no se sienta Ud. culpable mi muy bien amado Eduardo, antes bien, ríase y festéjelo, pues sólo la locura que me posee desde que uní mis manos a las suyas será la culpable de tan tamaña felonía.

Me despido de usted con la sana intención de no molestarlo más, y ruégole encarecidamente que saque al olvido de su casa y me lo mande como única carta de respuesta.

Agradecida por su tiempo robado se despide cariñosamente Claudia De las Chinches.

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