Quisiera renacer en la
escultura de una diosa, perderme en las ondas de la divinidad, y observar a los
tristes mortales. Poder ser portador de aliento y permanecer en la muerte toda
la vida.
Esperar la noche para
rehacer los días, repartir caridades en la humana razón. Recomponer el suelo,
las flores y curar las heridas de un mundo devastado por el sarcasmo.
Conceder los dones de la satisfacción,
superar con destreza la culpa por coraje. Conservar la madurez que te da la
galaxia divina, y laurear al hombre que sortea peligros en su día a día.
Mas soy mortal, de carne y
hueso, la sangre me corroe y pudre mis sueños, no puedo hacer nada que no me
haya sido impuesto. Sólo soñar me queda en el paraíso de los muertos, y esperar
al nuevo amanecer más allá de mi tuétano.
Consolarme con el sol, con
el calor de las mañanas, y arrebujarme en mi manta particular, por la noche,
cuando el ambiente se templa.
Sólo me queda mi alma de
bruja y la potestad de volar hasta donde no alcanza la vista… despertar del
sueño a otra vida en que a ras de suelo, arrastraré mi amargura.
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