jueves, 24 de abril de 2014

Hoy, sólo me faltabas tú...



Me he levantado con una sensación extraña. De hecho me he pegado toda la noche sueña que te sueña, y al sonar el despertador me ha parecido por un momento que me lo había imaginado.
La claridad del amanecer entraba por las rendijas de la persiana. Tenía que levantarme deprisa porque me esperaba un día duro de cojones, pero lo único que se me pasaba por la cabeza era volver a cerrar los ojos y seguir durmiendo. La pereza se apoderaba de mi voluntad y me estimulaba tan sólo a hacerme un gurruño y permanecer en la cama en posición fetal. ―Ringggggg, ringgggggg, ringgggggggggg
Otra vez el puto despertador, he deseado que explotara y se hiciera mil añicos para poder olvidarme de el de una puñetera vez, como si dejando de sonar se esfumara la obligación de tener que levantarme, pero no, si me dormía otra vez, mi jefe me mandaría al carajo sin pensárselo ni mucho ni poco.
En este mes ya he llegado tres días tarde, y además es que ya no hubiera sabido que excusa ponerle, el primer día coló por que había caído una nevada de las que hacen historia y la verdad que casi todo el personal llegó tarde, y algunos directamente ya ni llegaron. El siguiente le dije que se me había parado el coche y que el transporte público a horas punta es un desastre, el tercero, de eso hace dos días nada más, más valdría no recordar el pretexto que se me ocurrió: nada más y nada menos que le solté que se me había reventado la tubería del desagüe de la lavadora y que se armó un zipi zape increíble con los vecinos del tercero, que les caía el agua a chorros, bueno una barbaridad detrás de otra, no me creyó.
Pero como iba a creerme si llevaba los ojos hinchados y pegados del sueño, y las lagañas estaban de verbena a su aire, por ahí enganchadas como pulgas a perro sarnoso.
Bueno, he saltado de la cama como un resorte, y me he prometido a mí misma que hoy todo iba a salir bien. Antes de acostarme me hice un planning completo del día, y puse el despertador treinta minutos antes de lo habitual. He abierto los ojos, a duras penas, que me ha costado lo mío, porque ni el Superglue 3 es más efectivo que mis pegajosidades oculares.
Lo primero que tenía pendiente era una ducha bien calentita. Con que yo toda chula, he encendido el calentador, y mientras se calentaba el agua, me he ido a la habitación para prepararme la ropa. Por la mañana tenía que estar impecable, tenía una reunión con unos clientes de Irlanda y en la operación me jugaba ni más ni menos que seis millones de euros, que ahí es nada.
Todo iba de maravilla, hasta que me ha tocado aclararme el pelo..., han cortado el agua, de repente y sin previo aviso, pero ―¡qué hijos de puta los del ayuntamiento!  A mí de siempre me ha gustado tener un par de botellas de agua de Font Vella, por eso de que dicen en la tele que el agua te cuida y no sé qué más tonterías, pero esta mañana… ¡Jódete!... Esta mañana toda tranquila he ido a buscar mis botellas cuando de pronto he caído en la cuenta de que ayer por la noche tuve la feliz idea de regar mis plantas de marihuana con agua mineral a ver si recuperaban su verdor y esplendor, porque la verdad es que las tengo un poco chuchurrias.
"La primera en la frente" como dice mi amiga Josefa, pues eso, ni gota de agua en casa, y a las seis y media de la mañana no hay bar abierto que me venda unas botellas de agua, y la única tienda en que están las 24 horas de servicio está de vacaciones por que en invierno dicen tienen menos faena, ¡pos me cago yo en el invierno, en el agua y en las vacaciones!
Total, que me he peinado, como dios me ha dado a entender. El pelo se ha quedao emplastao almidonao, y encima mojao, porque ya no me he atrevido a secármelo con el secador. Yo pensaba: si me lo seco..., esto va a parecer el sicadur que ponen los escaladores en las rocas para fabricar presas artificiales, así que con dos ovarios bien puestos me he vestido y me he arreglado.
Otra cosa igual, he roto, no descosido, no, he roto literalmente dos pares de pantalones. De todo esto, los culpables has sido los polvorones y los jodios bombones, porque la Navidad es la Navidad, y es sagrao ponerse hasta el culo de beber y comer, y yo no iba a ser menos. Total, sólo me he engordado 6 kilos en estas dos semanas, no es que sea mucho, pero si he de tener en cuenta que tengo por costumbre comprarme la ropa una talla más pequeña para resaltar mi estupendo figurín..., pues eso, que los he petao como un bolsa de patatas llena de aire.
Se ha convertido en poco menos que una odisea el poder vestirme, nada de lo que tenía en el armario me iba. Bueno sí, tenía los pantalones del día anterior y tres más que estaban en la lavadora, porque otra cosa no, pero siempre hay que estar bien provista de ropa.
Total, que me he tenido que poner una falda de verano, de esas de volantes hasta los tobillos, y debajo unas medias de abuela, recias más que la sotana un cura.
Con las tonterías no he podido desayunar, y claro, la ley de Murphy es inapelable, el coche no arrancaba. Cuando he llegado al coche y he intentado arrancarlo, y he visto que no había tu tía que lo hiciese poner en marcha, ya me he empezado a preocupar. Hoy ya no estaba siendo tan perfecto como debía, pero aun así, aún tenía un pequeño margen de tiempo para llegar a la oficina.
He cogido un taxi en la avenida principal, el hombre me miraba un poco raro, pero claro, una mujer con faldas de verano en pleno invierno, no es muy normal, aunque he pensado en todo: me he colocado un chaquetita muy mona de hilo, porque el abrigo pues como que no pegaba mucho, pero no le he dado mayor importancia.
A las ocho y veintisiete minutos entraba por el hall de la oficina, más contenta que unas pascuas. A pesar de todos los pesares había llegado puntual.
―Mi jefe seguro que me hará un homenaje, hoy, no se lo va a poder creer―.
Sin más preámbulos he entrado en la oficina del gran jefe, mostrando mi mejor sonrisa, estilo anuncio de blanqueador de dentaduras perfectas, y es que eso sí que lo tengo, mis dientes son de ensueño.
―¡Buenos días D. Manuel! Ya estoy aquí, en un momento le traigo el memorándum del "Negocio".
―¿Señorita Adela?
―¿Sí? ¿Qué se le ofrece D. Manuel?
―¿De dónde viene?
―De mi casa D. Manuel―. No lo quise mirar mucho porque estaba segura de que me pillaría haciéndole caras…
―¿De su casa, con esas pintas?
―¿Qué pintas D. Manuel? ¡Ah! Si lo dice por la falda..., es que esta mañana he tenido un pequeño problema de vestuario. Pero voy toda conjuntada.
―Ya, ya lo veo Srta. Adela. Lleva usted un atuendo muy especial para la ocasión―. Este hombre está en todo pensé para mí.
―Gracias D. Manuel es Ud. muy atento. No esperaba menos de un caballero como Ud.
―Déjese de payasadas. ¿Pero ha visto Ud. cómo va? Váyase inmediatamente de mi oficina y no se le ocurra aparecer por aquí nunca más.
―Pero,  ¿D.  Manuel ? … yo…
―Pásese por la oficina de personal y recoja su finiquito y que le arreglen todo lo que se le debe. No escatimaré en gastos con tal de quitármela de encima.  Habrase visto semejante pinta en mi oficina. A ver si se entera que esto es una empresa formal y los pordioseros se quedan en la calle.
―Pe,… Pero si no voy tan mal, sólo que no tengo pantalones y…
―Y supongo que tampoco tendrá usted jerseys, ni zapatos.
― ¡Coño! ¡He ido a la oficina con el suéter del pijama y las zapatillas de estar por casa! ―Esto lo he dicho para mis adentros. Se debería suponer, pero por si acaso…
Me he quedado blanca, allí, como una mema, mirando al tontolaba de mi jefe, que ponía una cara de asco... y sólo se me ha ocurrido echarme a correr y encerrarme en los wáteres del público. He estado dentro, pues sin exagerar, como unas cuatro horas. No me atrevía a salir y que me vieran en esas condiciones. El pelo se me había quedado totalmente pegado a la cara y más tieso que las tiras de la fregona Vileda recién comprada, llevaba mis queridísimas zapatillas de Micky Mousse, con sus enormes orejitas negras, tan bonitas, y mi pijama de ositos, muy calentito, muy cómodo.
Desesperada estaba hasta que ha llegado la señora de la limpieza y le he pedido por favor que me dejara su uniforme para poder salir, la pobre no sabía si darse la vuelta y partirse el culo o arrimarme el hombro para que siguiese llorando. Pero se ha portado muy bien, me ha dado su bata y un pañuelo que me ha atado a la cabeza para tapar el pelo. He cogido mi bolso y lo primero que he hecho es entrar en una tienda de ropa y me he comprado un conjunto de chaqueta- pantalón y una camisa preciosa, y justo enfrente me he ido a la zapatería y me he comprado unos zapatos negros con tacón de aguja absolutamente lindos.
Con las mismas me he ido a la oficina para cobrar mis cosas y me he venido para casa.
He llamado a Armando, mi novio, para contarle mis penas, y no me ha cogido el móvil en toda la tarde. Cerca de las ocho de la noche me ha enviado un sms, dónde me decía que daba por finalizada nuestra relación, que se quedaba en Madrid y que allí había encontrado otra mujer que le gustaba más que yo en la cama.
―¡Maldito hijo de la gran puta, cabrón, pues folla hasta reventar, y ojala pilles una infección venérea y se te caiga a trozos!? ―Esto sólo lo he pensado, pero en vez de mandárselo, me he dedicado a llorar y a desear mi muerte más que nada en este mundo.
Allá a las once de la noche han llamado al timbre de la puerta.
―Buenas noches. ¿Es Ud. la Srta. Adela?
―Sí, soy yo. ¿Quién es Ud.?
―Pues bueno soy el encargado de hacer posible su más anhelado deseo
―¿Qué? ¿Está Ud. de guasa? Mire que no tengo el día para ostias, ¡eh!
―No, no,  para nada. Me envía la dama de la guadaña, a cumplir sus deseos…
―¿La Dama de qué..? ¿Y quién cojones es esa? Mire que me acaban de echar al paro y no tengo humor para nada. Lo único que quiero es morirme.
―Pues eso mujer. Yo por así decirlo soy un ángel negro
―¿Un lo qué?
―Joder, pues como un mercenario, pero que trabajo para la Muerte.
―Anda y vete a tomar por culo y de paso te ríes de tu madre.
―Mire Srta. No me lo haga Ud. tan difícil, lo único que tiene que hacer es dejarse matar, y ya está. Todos contentos.
―¿Qué qué qué? ¿Qué vienes a matarme? Tú lo flipas tío.
―Mire Srta. No me haga hablar mal que luego pasa lo que pasa. Hoy es mi día de fiesta, y yo estaba ahí en mi sillón tranquilamente viendo la serie de Mc Giver, que no hay Dios que se lo lleve por delante, porque no se si lo sabrá Ud... ¡Uy, pero que tonto soy! Cómo lo va Ud a saber si no me conoce de nada. Perdone, me llamo Nosferatum y estoy preparándome para un master y subir de categoría. Quiero dejar de ser un mercenario a secas y convertirme en un asesino de renombre, y estoy seguro de que si consigo encontrar la manera de cargarme a McGiver, lo demás estará chupao.
―Pero, pero… ¿Qué mierdas me estás contando? Tú estás tarao perdio de la cabeza, y ya te estás yendo inmediatamente de mi casa.
―Mire, mire... que he perdido mi día de fiesta, que la Muerte está que trina por que no adube a todos los encargos que tiene, y si me voy sin matarla a Ud. hoy voy a tener problemas serios, y que conste que yo lo he hecho como un favor personal a tan ilustre dama, cómo lo es la Sra. Muerte, que por cierto está de Muerte, valga la redundancia.
―Mire… Déjeme en paz y váyase, o llamo a la policía. Y por su dama la Sra, Muerte no se preocupe Ud. Le dice de mi parte que si tiene algún problema que venga a mi casa que yo ya le explicaré. ―¡Ojú el tío lo pesao que era…!
―Bueno, si es así, me voy. Ya hablará Ud. con ella y arreglarán lo que sea. Buenas noches. Voy a ver si sigo con mis investigaciones. ¡Cuídese!
Se ha marchado por fin. ―¡Qué tío más raro!
No han pasado ni diez minutos que vuelven a llamar a la puerta. He mirado por la mirilla a ver si era otra vez el soplagaitas ese, pero no, había una mujer toda vestida de negro con un palo o lo que fuese  en la mano.
―¿Quién es? ―preguntó al otro lado de la puerta.
―Hola. Buenas noches. Soy D. ª Muerte.
―¡Alá! ¡Pero que hoy no es el día de Halloween!, ¿o sí? ¿Qué pasa hoy que todos vienen con la muerte a cuestas?
―Mira niña, acabo de hablar con Nosferatum, mi fiel vasallo, y me ha dicho que no te has dejado matar.
―Pues claro que no. ¿Pero qué tontería es esa?
―Mira, te lo voy a decir muy clarito, hoy me has pedido como tropecientas mil veces que viniese en tu busca, pero hija, no has podido elegir peor día, tengo dos esbirros de baja, cuatro en huelga por que el afilador de guadañas ha fallecido recientemente y aún no he conseguido sustituto, con lo cual me quedan tres que están hasta las orejas de faena y Nosferatum que lo acabas de ver. Así que venga, ya me estás dando el alma, que ya ves que tengo prisa y no puedo estar aquí toda la noche.
―Pero…  ¿Esto es una broma, no? ―he preguntado  ya más acojoná que otra cosa.
―Pero ¿qué bromas ni que gaitas? Después de hacerme pedir un favor personal a Nosferatum, que me va a costar casi el puesto, me dices: ¿qué no quieres morirte? Mira, niñata, te juro por mis muertos que si no te dejas matar ahora mismo tú no te mueres en tu vida. Eso tenlo clarito ―me dijo besándose el pulgar con el índice cruzao.
―Pues mira tú, muerte de mierda ¿sabes lo que te digo? ¡Qué hoy sólo me faltabas tú! Vete a la puta mierda, y no vuelvas nunca. No quiero volver a verte en la vida.

jueves, 17 de abril de 2014

y… esto de escribir… ¿¿¿para qué sirve????



No tengo nada claro que esto de escribir sirva de algo, al menos en mi caso.
Llevar un diario no es que sea un gran esfuerzo sobre todo si es tipo me levanto, desayuno, me peso... ¿me peso? (qué sacrilegio y que forma más absurda de arruinar un día) o me peso y después si eso ya desayunaré. Voy a trabajar, bueno no trabajo, pero curro por la patilla, o sea, sí trabajo pero no cobro (y no es que sea por solidaridad, ni por echar una mano a nadie, ni por aburrimiento, sino porque una puede ser tonta, pero yo soy lo siguiente). Llego a casa con más hambre que un buey arando toda la mañana tirando de la yunta (y eso que yo no tiro de nada y no camino más que lo justo, pero vosotros sabéis lo que llega a cansar esto de pensar: madrugas, te pierdes tus programas favoritos por la noche para no llegar tarde al día siguiente…, vamos que hago la misma faena que si me pagasen y así estoy haciendo… pues eso, el canelo. Y eso, perdonad que os lo diga agota la energía de un hiperactivo, no por el trabajo si no por la rabia que se te mete dentro), y claro como (de comer). Como como una animal y después para matar los fantasmas (o mejor dicho para cerrarle la puta bocaza al mariconazo de mi marido que no sabe más que decir que soy una gorda) me cambio y me voy a correr.
A ver, no hay que ser muy listo ni tener una súper imaginación para recrear el cuadro que os voy a presentar, así que rogaría que las risas las dejarais para otro momento porque esto, sí esto, es el momento cruel del día, de todos los días, y lo peor es que me tiene totalmente enganchada.
Bueno, a lo que vamos, imaginaos a una tía de 1,67 con 85 kilos enfundada en una mallas, con calentadores de rayas, una sudadera y encima un cortavientos (que no entiendo por qué lo llaman así, a mí lo único que me corta es la respiración, y si me lo abrocho hasta arriba no soy capaz ni de tirarme un pedo no vaya a ser que salga como un cohete) corriendo (bueno, no seáis malos, lo vamos a llamar correr y punto pelota, eh) por la puta carretera a la que han llamado la ruta del colesterol (más que otra cosa por que por allí no van más que abuelos/as y gordos/as) con la cara roja sudando a chorros (congestionada viva, vamos) y las carnes que rebotan desde el suelo hasta por arriba de la cabeza (que no es broma coño, que yo empiezo a tirar para adelante haciendo impulso con los brazos y de repente notas tu culo ese súper cabrón de culo que te tira para atrás, vamos que parece que te ha pegado un apretón y te vas a cagar la pata abajo) bastante vieja ya (los 50 no me los quita nadie pero porque son unas putas envidiosas las mujeres de la ruta) respirando con la boca abierta y babeando ( que más parece que estás pensando en la merienda que viene después que en que te estás ahogando). Y para culminar la estampa yo misma, ya que creo que soy superestilosa haciendo running (que una será gorda pero glamurosa), nada que ver con las piojosas esas agnósticas todas, ¡ay no!, agnósticas no, cómo se dice, anoréxicas (¡joder!, un error de cálculo lo tiene cualquiera) que no tienen ni chicha ni limoná.
Y después obviusly te comes todo lo que te pongan por delante, lo que sea, en la cantidad que sea, y tenga el sabor que tenga (total como te lo has de tragar como los pavos antes de que entre por la puerta el pariente y te diga de tó menos bonica…) con lo que la dieta que tenía en mente se va al carajo y de la depresión que te entra te arreas unos huevos fritos con tocino que me río yo de un general, ja  ja ja.
Y al día siguiente la misma historia, te acuestas pensando en la puta báscula (si no estará  jodida o algo por que en vez de bajar sube y yo me lo curro a base de bien para no engordar)
Entonces de qué coño sirve escribir, llevar un diario y esas cosas...  Lo único que me produce es más ansiedad, en 15 días he engordado 3 kilos.
A lo mejor es que me tengo que dedicar a la escritura y pasar de las dietas, no sé.
Voy a comerme unas galletas y se lo preguntaré a la almohada, ¡tanto estrés me va a matar!... o unas rosquillas que me llenaran más la barriga.

miércoles, 16 de abril de 2014

Para mi primo Francisco



Quisiera renacer en la escultura de una diosa, perderme en las ondas de la divinidad, y observar a los tristes mortales. Poder ser portador de aliento y permanecer en la muerte toda la vida.
Esperar la noche para rehacer los días, repartir caridades en la humana razón. Recomponer el suelo, las flores y curar las heridas de un mundo devastado por el sarcasmo.
Conceder los dones de la satisfacción, superar con destreza la culpa por coraje. Conservar la madurez que te da la galaxia divina, y laurear al hombre que sortea peligros en su día a día.
Mas soy mortal, de carne y hueso, la sangre me corroe y pudre mis sueños, no puedo hacer nada que no me haya sido impuesto. Sólo soñar me queda en el paraíso de los muertos, y esperar al nuevo amanecer más allá de mi tuétano.
Consolarme con el sol, con el calor de las mañanas, y arrebujarme en mi manta particular, por la noche, cuando el ambiente se templa.
Sólo me queda mi alma de bruja y la potestad de volar hasta donde no alcanza la vista… despertar del sueño a otra vida en que a ras de suelo, arrastraré mi amargura.

sábado, 12 de abril de 2014

SOLEDAD: TERCERA Y ÚLTIMA ESCENA



ESCENA TERCERA:

Me he comprado el ordenador, me he ido a hacer cursillos hasta el verano, y todo ¿para qué?
—Ya te lo dije yo Tomás, que era perder dinero y tiempo—, pero de nada ha servido saberlo de antemano.
Al menos el móvil me lo regalaron, pero el ordenador me ha costado casi 1800 €. En las clases particulares me he gastado… ya ni lo sé, ni quiero saberlo, y total que nunca se acuerdan de darme su dirección de correo. Yo no sé aún como se mandan los mensajes, me hago un lío, los llamo para que me lo den, y me dicen —“Ya te mandaré un sms”—, pero con eso me quedo.
No quiero darme por vencido, ni sentirme como un perro apaleado, ellos tienen su vida, y yo la mía. Además esto de Internet no está tan mal, me paso los días mirando cosas, ahora ya no me compro los periódicos, eso que me ahorro, leo la prensa por la red. Aunque maldito el ahorro que me supone, si pago 60€ al mes de conexión. Me vendieron la moto de 10 megas y lo único que llega es  1 cuando hay suerte.
Hace muy poquito tiempo no sabía qué era y cómo funcionaba el cacharro, y ahora me escucho y parezco todo un entendido. Lo que más me fastidia de todo, es que me compré todos los accesorios habidos y por haber;  que si un pen – drive, de esos, que si una impresora con fax y escáner, que si un micrófono con cascos incluidos, que si la webcam, vamos que no me falta un detalle. Bueno, sí, que mis nietos se conecten y me den su dirección de correo. Pero no hay manera.
En el cursillo hay un par de amiguetes, que me he hecho, que dicen que se dedican a ligar por Internet, pero yo sinceramente prefiero comprarme un perro.
Ya tengo bastantes mirados, tengo guardadas en favoritos por lo menos 6 páginas de anuncios de compra- venta de cachorros.
Siempre me han gustado los perros de agua españoles, pero tienen el inconveniente de que sueltan mucho pelo, me iría mejor uno de poco pelo como esos que se han puesto de moda ahora los sarpeigs esos o como se llamen, pero son tan feos que de pensarlo me sale sarpullido.
Lo que tendría que hacer es dejar de pensar tanto en mis nietos, vivir un poco la vida, pero eso es casi imposible, si cuando tuve edad para hacerlo me faltó mi queridísima Elena. Bueno, si Elena se imaginase ni de lejos, que estoy pensando en comprar un perro, de seguro me llevaba con ella sin perder un segundo.
—¡Ay! Elena ¿Tan malo he sido para merecer este castigo? No me puedo creer que consagrar toda una vida al trabajo, al sacrificio personal en bien de la familia reciba por pago este desapego—.Quizá sea yo el culpable de todo, quizá me dejé obnubilar por el dinero, por poseer una casa grande, hermosa, soleada, y apartada de la urbe, por tener dos coches, por permitirme pagar a mis tres hijos una carrera universitaria; el mayor estudió medicina, 6 años más el MIR, Paula se decidió por Biología, y el pequeño siempre me llevó de cabeza, empezó tres carreras y al final se quedó con Empresariales. Nunca les reproché nada, al contrario, siempre les he dado todo lo que ha estado en mi mano, y ahora, ellos viven su vida con sus respectivas familias, y el único nexo de unión entre nosotros está muerto.
Igual hago caso a mis amigos y me voy con ellos a un bar de copas que hay en Lérida para separados, divorciados y viudos, pero me da no sé qué, yo no quiero más mujer que mi Elena.
Y encima si me liase con una mujer donde estaría con ella, en la habitación de matrimonio por descontado que no, en la de alguno de mis hijos…, pues tampoco me parece bien. De hecho, ningún sitio de esta casa me parecería bien para traer a otra mujer que no sea la que fue siempre su dueña, y ella ya no volverá.
Decidido, me compraré un perro, un perro de agua catalán, y lo tendré en la terraza de la cocina, que es amplia a modo de  jardín interior, de esa forma mataré dos pájaros de un tiro, me obligaré a salir y ya no me sentiré solo.
Y a mis nietos, que hagan lo que quieran, si vienen serán bien recibidos, si no, yo me seguiré yendo a pasear con Trenzas, he pensado hasta el nombre, debería llamarlo Rastas, pero si lo hago igual piensan que soy un abuelo yeyé.
El ordenador, creo que lo usaré poco, igual cuelgo un día de estos un anuncio por Internet a ver si saco algo de lo que me he gastado en él.
María debe estar a punto de llegar, hoy tocan lentejas, por fin.